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¿Es posible construir un ascensor en el espacio?

Construir un ascensor en el espacio

¿Es posible construir un ascensor en el espacio?

Todos nos hacemos pequeños al pensar en el espacio. Aunque parezca mentira somos muy pequeños si nos comparamos con el universo. Desconocemos todavía si hay vida en todos los planetas y más aún, si esos planetas cuentan con ascensores que sean más espectaculares que los que tenemos. Y hablando de espacio y ascensores, nos surge la duda de si es posible construir un ascensor en el espacio. En este artículo daremos luz a este aspecto.

 

Los ingenieros han pensado sobre el ascensor espacial desde hace más de 100 años

 

El concepto es muy sencillo. Del mismo modo que usamos ascensores para no caer cuando hemos de subir una veintena de pisos, ¿Por qué no se usa para reducir la cantidad de combustible que se ha gastado en propulsar las cápsulas metálicas a las que llamamos cohetes? Nuestra curiosidad nos lleva a la idea de construir torres de más de 100 km con cabinas ascensores atadas a poleas y contrapesos. Lo que se propone es lanzar un cable gigantesco entre la tierra y el cielo sobre el que ascenderían y descenderían las cápsulas.

 

Parece una película de Star Wars, pero nunca sabemos hasta dónde va a llegar la tecnología. La construcción de un rascacielos a través de soportes descomunales de compresión no parece plausible pero la inspiración sí que ha surgido.

 

En 1895, el ingeniero aeroespacial ruso Konstantin Tsiolkovsky estudiaba en la torre Eiffel cuando se le ocurrió una idea. Se había terminado ocho años antes y tenía una altura de 300 metros, por lo que era toda una hazaña arquitectónica. Durante 41 años no hubo ingenio humano más alto, pero ¿Y si era posible que lo hubiese?

 

En este caso, el ingeniero tuvo un sueño con una estructura que se perdía entre las nubes capaz de llevarnos fuera del planeta tierra. A través de cálculos básicos, el ingeniero llegó a la conclusión de que la torre tendría que tener 35.786 km para que así la fuerza de atracción del planeta dejase de ejercer un efecto significativo sobre aquello que hemos lanzado al espacio.

 

Dicha distancia precisamente era el radio de la órbita geoestacionaria en la que situamos satélites para que giren en torno a la tierra una vez al día, sincronizándose con nosotros y haciendo que se mantengan en una misma posición respecto a la superficie terrestre. Una vez dada esa propuesta, pasaron 64 años hasta que el ingeniero Yuri Artsutanov había dado con la icónica imagen que presenta la serie de Fundación.

 

En esta ocasión, se había dado cuenta de que la estructura en lugar de trabajar bajo fuerzas de compresión, podría ser sometida a la atracción. Su idea, implicaba uno de los satélites geoestacionarios de los que hablamos. En principio, se trataba de estructuras que mantenían su posición relativa con respecto a la superficie del planeta, por lo que si un cable pendiese de ellas hasta el suelo no parecería moverse, sino que viajaría en nuestra superficie.

 

El problema es que el peso del cable arrastraría un satélite lejos de su órbita geoestacionaria, hundiéndolo en la atmósfera y haciendo que perdiese la sincronía y que chocaste con nosotros. La solución de Yuri fue sencilla y elegante: si un cable tiraba hacia abajo del satélite con su peso, haría falta un contrapeso que lo alejarse de la tierra extendiéndose hacia el cosmos.

 

En caso de que no lo visualicemos, podemos imaginarnos agarrando una cuerda, un cinturón, una cadena o algo que sea flexible. Si ponemos en equilibrio sobre nuestras manos dicho objeto, posiblemente fallemos, ya que pesa demasiado para su estructura. A pesar de ello, si comenzamos a hacerlo girar con nuestras manos como si fuese un molino, veremos que su estructura se yergue tratando de escapar de nosotros. Salvando las distancias kilométricas, esta sería la idea que hay tras los ascensores

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